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JAMES HILLMAN: EL ALMA DEL MUNDO Y LA ENFERMEDAD DEL MUNDO

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«¿Qué busca el alma?: Ficciones que curen.» Con claridad de luna llena se expresa James Hillman, al que pomposamente denominan representante máximo de la escuela arquetipal, una de las familias más vivas de la psicología junguiana.
La ficción, como la observación de la bóveda celeste, los dibujos de las mantas de los pieles rojas, el viaje con las plantas de poder, la sonrisa de la amada o la contemplación de un atardecer bajo el árbol centenario, tienen efectos curativos sobre el alma que se escapan a la mentalidad ilustrada o moderna, pues » Así como las verdades son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal.»
El alma – explica Hillman- se cura contándose una ficción mejor, un «como si» que disuelve el sistema de creencias que mantiene al alma atrapada en sus miserias.
Lejos de los estrechos márgenes racionalistas, la psicología arquetipal trabaja con imágenes (a menudo míticas) que generen significado o alma (soul making). Arquetipal es sinónimo imaginal, en el sentido que daba a este palabro Henry Corbin, que distingue entre imaginario e imaginal, reconociendo el valor constitutivo de la imaginación: órgano de conocimiento capaz de crear ser; condición que abre a un modo de percepción más allá de las categorías impuestas por la racionalidad subjetiva.
El concepto del alma como motor arquetípico-imaginal se opone a la psicología ilustrada y científica, que maneja parámetros que desconocen la naturaleza del alma humana. Hillman es consecuentemente un deconstructor de terapia moderna, inagotable ortopedia de infelices para infelices.
«Busco el mito que pueda transportar la psicología y que permita a la psicología transportar el alma. Y la pregunta que formularé ahora….es si el alma que hoy vuelve a agitarse puede recibir la ayuda de la psicología tradicional, si lo que hoy llamamos psicología satisface las necesidades de la psique»
La obra de Hillman trabaja sobre «la base poética del alma» a través de la imaginación. Alma como la fantasía en transformación. Ojo del corazón humano que rompe los límites de la razón.

 

 

RESTAURAR EL ANIMA MUNDI.

Hillman propone la restauración del Anima Mundi (alma del mundo) como suprema fuente de liberación y de curación mental.
» No tenemos que imaginar el “anima mundi” por encima del mundo rodeándolo como una divina y remota emanación del espíritu, un mundo de poderes, arquetipos y principios trascendentes a las cosas, ni dentro del mundo material como un principio vital panpsíquico unificador. Más bien imaginemos el anima mundi como esa particular chispa del alma, esa imagen seminal, que se ofrece a través de cada cosa en su forma visible.»
Como explica la filósofa María Jesús Hermoso: «En la Ilustración y el cientifismo moderno culmina una línea de pensamiento que ha provocado la represión del alma y su lenguaje, tanto en el hombre como en el cosmos. El yo y sus esquemas categoriales han sido asociados a la totalidad de la experiencia del alma, cerrando al hombre la posibilidad de su apertura al anima mundi».
“El anima mundi no existe en la tradición de la que la psicoterapia cree proceder: la Ilustración del s. XVIII y el cientifismo del XIX, junto con su prole, los primos de la terapia: positivismo, materialismo, secularismo, nominalismo, reduccionismo, personalismo, conductismo. La reelaboración del concepto de realidad psíquica implica, por tanto la reelaboración de nuestro pasado cultural, la tradición que sigue alimentando tanto las teorías que formulamos como nuestra idea de realidad. Insisto en que, ante las fantasías de la catástrofe, la tradición a la que debemos recurrir se encuentra en el (…) en el corazón imaginativo de la ciudad renancentista, en sus calles, en su idioma, en sus cosas, en la ciudad del corazón del mundo” .

En Hillman, aparte de la influencia radical de Jung, se hace palpable la influencia de autores «mágicos» como Paracelso, Ficino o Bruno, de Plotino, y evidentemente del Platón chamánico (gran narrador de borracheras).

Para Hillman, la religión griega (conciencia politeísta) es una herramienta que permite una lectura múltiple de la psique (lo que hace posible el reconocimiento de los otros que llevamos dentro y de los que están fuera):
«Siento que estas cosas ocurren, y son lo que la psique quiere o me envía. Lo que los Dioses me envían. Qué hermoso es el pasaje de Marco Aurelio: «Lo que hago lo hago con la comunidad en la mente. Lo que me ocurre, lo que me acaece, viene de los Dioses». Y «acaecer» es una palabra muy importante, porque es donde proviene la palabra «caso»: «cadere», caer. Y en alemán la palabra para un caso es «fall». De modo que lo que te cae encima es lo que te ocurre, es también el origen de la palabra griega «pathos» -lo que te hiere, lo que te acaece, lo que te cae de arriba, cómo caes, el modo en caen los dados.»

ANTIPSIQUIATRÍA, MAGIA Y TERAPIA.

Como si la mente fuera un ángel (sueñan los ismailíes)/ como si todo consistiera en hacer alma (susurra John Keats).
En realidad, las ideas de Hillman suponen la coherente especialización terapéutica desde y para una visión del mundo de naturaleza sutil y mágica.
Un mundo arraigado en la proyección de pasados vivos (cometas psíquicos, circos y arquetipos) que constituyen la realidad.
Hillman profundiza y re-imagina las tesis de Carl Gustav Jung, para quien
» el si-mismo no es sólo el centro de la vida psíquica sino que también simboliza el centro de toda la vida que existe fuera de nuestra psique, y así podemos abrirnos a la realidad interdependiente de la totalidad, y ya no unicamente de aquello que es humano, sino del conjunto de la vida, en lo animado y en lo inanimado» Porque para Jung estos estados de totalidad alimentan la salud del hombre y el reconocimiento de la plenitud del cosmos.

La función que otorga Jung a los arquetipos viene amplificada en Hillman por el imaginal. Para Hillman, la psicología es cosmología y ontología.
Las principales fuentes de luz las encuentra Hillman en el mundo grecolatino y el Renacimiento.

» Mediante las personificaciones mi sentido de persona deviene más vivo, pues llevo conmigo en todo momento la protección de mis daimones: las imágenes de los muertos que me importaban, de las figuras ancestrales mi bagaje, personajes históricos o culturales de renombre y gente de fábulas que proveen imágenes ejemplares – un caudal de guardianes. Guardan mi destino, lo guían, probablemente lo son. “Acaso -quién sabe-” escribe Jung, “estas imágenes eternas son lo que los hombres llaman destino”. Necesitamos esta ayuda, pues ¿quién puede llevar su destino solo?»

La terapia de Hillman constituye uno de los jardines más floridos de la escuela junguiana y en consecuencia hace uso de los símbolos, mitos y ritos que forman parte de nuestra imaginación como fuentes de integración de la personalidad. (De la misma manera que el si-mismo junguiano es unión de opuestos).

«La terapia junguiana, al menos tal como la practico, genera una consciencia de que la fantasía es la fuerza dominante en una vida. Uno aprende en terapia que la fantasía es una actividad creativa que continuamente está narrando una persona ahora en esta historia, ahora en esa otra. Cuando examinamos estas fantasías descubrimos que reflejan los grandes temas impersonales de la humanidad tal como los representa la tragedia, la épica, el folklore, las leyendas y el mito. La fantasía, desde nuestra perspectiva, es el intento de la psique misma de re-mitologizar la consciencia; intentamos desarrollar esta actividad estimulando la familiaridad con el mito y el cuento. El hacer alma (soul making) va de la mano con desliteralizar la consciencia y restablecer su conexión con los esquemas de pensamiento mítico y metafórico»

La autopercepción del alma hace posible su liberación de las enfermedades del pequeño yo, que en última instancia se reducen a problemas de percepción de la realidad, pues todo es, en un último sentido, percepción. (Ojo que mira a través de nuestro ojo). Por tanto, la enfermedad psicológica parte de no saber mirar al mundo. La enfermedad del alma miope: tacaña y egoica, incapaz de plenitud. Cuando estamos insatisfechos o sufrimos es porque el alma llama a nuestro corazón para que la dejemos vivir y respirar.
Sin embargo, el alma consciente y liberada baila sobre el mundo en el cual se recrea, gozando de la secreta eternidad que se oculta detrás de cada momento. Al fin y al cabo: » Cada persona llega al mundo llamada.» Y cada persona son muchos dioses dignos del más alto respeto puesto que cualquier ser humano está hecho de humanidad, eternidad y divinidad.

Lejos de considerar a los llamados trastornos de la personalidad como patologías, Hillman se muestra implacable con la imbecilidad psiquiátrica y parapolicial que nos rodea:

«¿Adónde se vuelve el alma que no tiene un terapeuta que consultar? Lleva su problema a los árboles, a las bancos de los ríos, al compañero animal, o a un paseo sin meta por las calles de la ciudad, a una contemplación del cielo nocturno. Tan sólo mira por la ventana o hierve agua para una taza de té. Respiramos, expandimos y dejamos ir, y algo regresa desde cualquier sitio. El daimon en el corazón parece muy a gusto, prefiriendo la melancolía a la desesperación. Está en contacto.»

SERVID A LOS DIOSES (ENTRE LOS QUE TENGO MIS FAVORITOS).

Para Hillman, «Invocados o no, los Dioses estarán presentes»
Los dioses son intermediarios de todos los otros que habitan en nosotros, pues manifiestan partes de nuestra personalidad poliédrica, que no esquizofrénica, ya que Hillman busca también a la integración de personalidad -si mismo junguiano.
Esquizo es precisamente el que no integra sus distintos.
¿Cuáles son los mitos y dioses apropiados para la terapia?
Hillman es politeista y coherentemente (en el buen sentido de la palabra) multicultural. Puede tener algunas preferencias culturales -en este caso occidentales para los occidentales- pero no descarta la validez de ninguna vía, como los orientalismos, japoneserías, neoindigenismos o la propia ciencia ficción, aunque nos sean, según explica, algo ajenas.
Hillman asume sus propias tradiciones culturales (con sus dragones y monstruos) por encima de cualquier corrección política:

«Esto nos lleva al tema del contenido. ¿Que historias necesitan contarse? Aquí soy clásico, prefiriendo las antiguas, las tradicionales, las de nuestra propia cultura: mitos griegos, romanos, celtas y nórdicos; la Biblia, leyendas y cuentos populares. Y estos con el mínimo marketing moderno (actualización, edición, maquillaje, etc.), es decir, con la mínima interferencia del racionalismo contemporáneo que está sometido al mismo estrechamiento de consciencia que las mismas historias podrían expandir. Aunque no seamos de linaje celta o nórdico o griego, estas narraciones son los fundamentos de nuestra cultura occidental y operan en nuestra psique nos guste o no. Podemos considerarlas distorsionadas en su tendencia pro-aria o pro-machista o pro-belicista, pero a menos que comprendamos que estos cuentos describen los motivos básicos de la psique occidental, permaneceremos inconscientes de los motivos básicos de nuestras dinámicas psicológicas. Nuestro ego psicológicamente aún resuena con el motivo y la motivación del héroe lo mismo que gran parte de la psicología de lo que hoy llamamos “lo femenino” refleja las estructuras de las diosas y ninfas de los mitos griegos. Estos cuentos básicos canalizan la fantasía. Los platónicos hace tiempo, y Jung más recientemente, destacaron el valor terapéutico de los grandes mitos en cuanto dan orden a los aspectos caóticos y fragmentados de la fantasía. El cuerpo principal de los cuentos bíblicos y clásicos dirigen a la fantasía hacia estructuras psicológicas organizadas, profundamente dadoras de vida; estas historias presentan los modos arquetipales de experimentar.

A pesar de que Hillman haga referencias a la utilización de mitos cristianos, se muestra cauteloso con esta religión: «En mi intimidad, temo al inconsciente cristiano porque, a diferencia del budismo o incluso el judaísmo, el cristianismo vive mitos deliberadamente, insistiendo en que no son mitos, y esto tiene terribles consecuencias paranoicas.»
Al comparar helenismo y hebraísmo afirma: «Nuestra cultura presenta dos vías alternativas para la regresión. Estas vías han sido denominadas «helenismo» y «hebraismo» y representan las alternativas psicológicas de la multiplicidad y la unidad.
El hebraísmo- ha escrito en otra parte- viene a confirmar el monoteísmo de la conciencia del ego.
Hillman no reniega de la herencia judeocristiana, puesto que considera sus mitos útiles para sociedades y mundos en peligro o con necesidad de afirmación para la supervivencia. Por otra parte, considera que la biblia está radicalmente integrada en el imaginal en occidente. (En este sentido parece consecuente la identificación del monoteísmo= monoteísmo de mercado que padecemos).
Hillman, no obstante, tiene a sus favoritos en el Olimpo.
El paganismo de Hillman no es un «paganismo de opereta», entre otras cosas porque Hillman sabe que la vía nieztscheana es insuficiente para comprender Grecia. Hillman no niega el principio de «unus mundum» o de unidad de la creación, como tampoco lo hacían los griegos. Los dioses son intermediarios: son los otros a los que hay que respetar, cosa que cuesta comprender a los monoteístas militantes. (En última instancia el teatrillo mundial nos ofrece elegir entre el monoteísmo del radicalismo islámico o el monoteísmo del mercado: monoteísmos ambos)
Tampoco es partidario Hillman de un paganismo sociopolítico como el que pregona una parte de la revolución neoconservadora, que ha recogido el testigo del odio de tertulia que opone Atenas a Jerusalem.

EL MUNDO ESTÁ ENFERMO

Está claro que el control de nuestras sociedades se fundamenta en el control mental. El camino hacia la nada que lleva Occidente y padecen el resto de civilizaciones no es ajeno a un imaginario sadotecnófilo y neurótico que germina en la penúltima batalla de magos blancos y negros que tuvo lugar en el Renacimiento.
¿El mal se extendió desde las mentes al mundo y así, la enfermedad de las personas constituye la enfermedad del mundo que a su vez retroalimenta la enfermedad de las personas?
Aunque Hillman permanece en su ámbito, de vez en cuando deja ver lo que piensa de la sociedad que le rodea. Sus juicios sobre el estado mental de la sociedad que padecemos no dejan lugar a dudas. Tengamos en cuenta que en su método intenta ser llave para la sanación:

«Debiera temerse a cualquiera que crezca en un mundo que adora el éxito, pues esta es la era de la psicopatía.»

Sin duda, las víctimas propiciatorias del carnaval tecnocrático y sistema de control mental que padecemos han sido las culturas precedentes y la naturaleza, incluyendo en ella al ser humano. La destrucción del medio tiene para Hillman consecuencias en términos de salud mental:

«La depresión que todos intentamos evitar bien podría ser una reacción crónica prolongada a lo que le hemos estado haciendo al mundo, un duelo y un sufrir por lo que le hacemos a la naturaleza y a las ciudades y a pueblos enteros -la destrucción de gran parte de nuestro mundo. Puede que en parte estemos deprimidos porque esta es la reacción del alma al dolor y al sufrimiento que no estamos viviendo conscientemente. El dolor por el ya destruido vecindario donde crecí, la perdida de tierra para agricultura que conocí cuando niño-»

En términos parecidos se expresa el ensayista José Carlos Aguire, para quien «Jung no sólo vinculaba la represión de lo espiritual y su salida del campo de conciencia con todo tipo de neurosis, sino incluso con la inquietud característica de los hombres contemporáneos y, en general, con ese malestar que dijera Freud, en el que vive instalada la cultura moderna»
Los síntomas de enfermedad o malestar que vive nuestro mundo saltan a la vista: crisis de natalidad, locura galopante, consumo compulsivo, destrucción de la naturaleza, racismo, violencia, machismo y homofobia… Estas lacras son en última instancia achacables a la neurosis generalizada, cuya máxima expresión sería la violencia nihilista, suicida y radicalmente monoteísta del terrorismo.

» Un terrorista es el producto de nuestra educación que dice que la fantasía no es real, que dice que la estética es sólo para los artistas, que dice que el alma es sólo para los sacerdotes, la imaginación es trivial o peligrosa y sólo para locos, y que la realidad a la que debemos adaptarnos es el mundo externo, un mundo que está muerto. Un terrorista es el resultado de todo este largo proceso de descartar la psique.»

One Comment

  1. Alicia Bibiana Berini |

    Excelente nota que impulsa a leer a James Hillman para confirmar mis sospechas. Gracias

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